Se que nunca llegaré a sonar como esos grandes
conquistadores de almas, tampoco escribiré con la milésima magia del dialogo de
Bach, la majestuosidad del Gran Mozart, la poesía de Brahms y los cantos del
romantico Bécquer… Tal vez ella que hoy lo rige todo, se desvanezca poco a
poco, sigilosa en mis días, y sin darme cuenta ni recuerde que ocupó ese gran
lugar… Tal vez todos esas personas, esos momentos mágicos e increíbles que solo
se los debo a ella, sean olvidados esquejes en el tiempo para no volver más.
Tal vez no
sea lícito soñar, no sea bueno vibrar con sus pasajes, y paisajes… tal vez
ella, la culpable de mi ser, la inseparable compañera de llantos, de gritos, de
paz y de alegrías, de juegos… esa que me enseño la gran melodía del amor que
envuelve al mundo y sus secretos.
Pero en
días como hoy, donde las plazas olían a flores, el sol brillaba a raso del mar
mientras las gaviotas con su vuelo pedían un baile a las olas.
Pasear por el cielo pisando el suelo, lo que encierra una
obra de arte, un deseo inmenso de tocar el corazón del que la contempla, lo que
guarda una sonrisa, lo que gritan unos ojos y lo que suspira el corazón para
darle las gracias, aunque nunca vuelva… me ha enseñado a ver el mundo con el
corazón ardiente, desde esa otra ventanita donde los agobios son las mayores
alegrías, las penas los días de grandes enseñanzas y las victorias las sonrisas
mas preciadas… amor, amistad, dolor, locura, soñar, Dios, la luna y el sol…
porque poseo ese mundo donde soñar, donde reír, contemplar la belleza que
esconde tu alrededor… seguir el perpetuo rumbo del alma que llora contento por
escuchar su voz, su amor, su eterno amor…
Confesar que el mayor tesoro del silencio, lo esconde mi
música en el corazón.
Este blog con París al fondo, música en el corazón y fe tiene muchos encantos para mi.
ResponderEliminarGracias María.